El crimen de la inflación
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Axel Kaiser
Usted recordará estimado lector, que desde que se desató la crisis, he venido advirtiendo sobre las nefastas consecuencias de la forma en que los gobiernos la han combatido. He insistido, mientras tantos expertos hablaban de la deflación, que las masivas inyecciones de liquidez sólo podían terminar arruinando al mundo por medio de una descontrolada inflación.
Pues bien, hoy -¡oh sorpresa!- el gran tema es el alza sideral de precios de los commodities agrícolas, que amenaza con esparcir caos y muerte en los países en vías de desarrollo, donde aproximadamente el 50% del ingreso personal se destina a ese ítem.
Los políticos y banqueros centrales responsables de este verdadero apocalipsis alimentario, por cierto, salen rápidamente a culpar al clima y a los especuladores por las alzas de precios. Nada más absurdo. ¿Acaso el petróleo, el oro, la plata, el hierro, el cobre, el paladio, etc., cuyos precios se han disparado, también han subido por razones climáticas?
Y ni hablar de los especuladores, ese grupo sin rostro al que los políticos convenientemente culpan de los males creados por ellos mismos. ¿De dónde ha venido gran parte del dinero que hoy inunda el mercado de commodities si no es de los principales bancos centrales del mundo, que lo han entregado a tasas de casi un 0%?
Y en cuanto a los que no reciben ese dinero gratis, ¿acaso no es lógico refugiarse de la devaluación realizada por los gobiernos, comprando bienes reales?
Para poner las cosas en perspectiva: entre el año 1913 y 2008, la base monetaria de la Reserva Federal alcanzó algo más de
US$ 800 mil millones. Ahora bien, entre 2008 y 2010, ésta casi alcanzó los
US$ 2,4 billones -millones de millones. En otras palabras, en tres años, Bernanke imprimió el doble que lo impreso en los 97 años previos de existencia de la Fed. Y eso es sólo en Estados Unidos.
De este modo, los banqueros centrales y políticos del mundo están arruinando, una vez más, a la gente común, aplicándole un criminal impuesto que va en directo beneficio de ciertas élites financieras, que reciben el dinero a tasas de un 0% para especular con él, y de ciertos gobiernos, que por ahora pueden continuar gastando a expensas del público para evitar los costos políticos de decir la verdad. No hay que equivocarse: la inflación es literalmente un robo a muchos en beneficio de unos pocos, cuyos resultados son desoladores.
Si Milton Friedman argumentó que la inflación era la forma más efectiva de destruir una sociedad, vea usted lo que dijo Keynes: A través de un continuo proceso de inflación los gobiernos confiscan secretamente y de manera inobservada, parte de la riqueza de sus ciudadanos. A través de este método no sólo confisca, sino que lo hace arbitrariamente; y mientras el proceso empobrece a muchos, en realidad enriquece a algunos.
Luego Keynes concluiría que la inflación conflagra todas las fuerzas económicas ocultas del lado de la destrucción, y lo hace de una manera en que ni una persona en un millón es capaz de diagnosticar. (The Economic Consequences of the Peace). Esto, por cierto, nada tiene que ver con el capitalismo. De hecho, como dijera agudamente Lenin, la devaluación del dinero es la mejor forma de liquidar el sistema capitalista.